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Joaquín Gallegos Lara

Joaquín Gallegos Lara (1909-1947) fue un destacado escritor y político ecuatoriano, nacido el 9 de abril de 1909 en Guayaquil, Ecuador. Perteneció al grupo literario de Guayaquil, conocido por su enfoque en el realismo social y por su compromiso con las causas sociales y políticas de su tiempo.

Gallegos Lara es conocido por su obra «Las cruces sobre el agua» (1946), una novela que narra la masacre del 15 de noviembre de 1922 en Guayaquil, donde miles de trabajadores fueron asesinados durante una huelga general. Esta obra se considera una de las más importantes de la literatura ecuatoriana por su denuncia social y su estilo narrativo.

EL GUARAGUAO

Era una especie de hombre. Huraño, solo: con una escopeta de cargar por laboca un guaraguao.

Un guaraguao de roja cresta, pico férreo, cuello aguarico, grandes uñas y plumaje negro. Del porte de un pavo chico.


Un guaraguao es, naturalmente, un capitán de gallinazos. Es el que huele de más lejos la podredumbre de las bestias muertas para dirigir el enjambre.

Pero este guaraguao iba volando alrededor o posado en el cañón de te escopeta de nuestra especie de hombre.

Cazaban garzas. El hombre las tiraba y el guaraguao volaba y desde media poza las traía en las garras como un gerifalte.

Iban solamente a comprar pólvora y municiones a los pueblos. Y a vender las plumas conseguidas. Allá le decían «Chancho-rengo».

-Ej er diablo er muy pícaro pero siace er Chancho-rengo…

Cuando reunía siquiera dos libras de plumas se las iba a vender a los chinos dueños de pulperías.

Ellos le daban quince o veinte sucres por lo que valía lo menos cien.

Chancho-rengo lo sabía. Pero le daba pereza disputar. Además no necesitaba mucho para su vida. Vestía andrajos. Vagaba en el monte.

Era un negro de finas facciones y labios sonrientes que hablaban poco.

Suponíase que había venido de Esmeraldas. Al preguntarle sobre el guaraguao decía:

-Lo recogí de puro fregao… Luei criao donde chiquito, er nombre ej Arfonso.

-¿Por qué Arfonso?

-Porque así me nació ponesle.

Una vez trajo al pueblo cuatro libras de plumas en vez de dos. Los chinos le dieron cincuenta sucres.

Los Sánchez lo vieron entrar con tanta pluma que supusieron que sacaría lo menos doscientos.

Los Sánchez eran dos hermanos. Medio peones de Un rico, medio sus esbirros y «guardaespaldas».

Y cuando gastados ya diez de los cincuenta sucres, Chancho-rengo se iba a su monte, lo acecharon.

Era oscuro. Con la escopeta al hombro y en ella parado el guaraguao, caminaba.

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